La nueva novela de Pérez-Reverte tiene como personaje central al Cádiz de 1812, un sitio histórico en el que se concentra la lucha entre todas las miserias heredadas del absolutismo y las libertades personales de la modernidad liberal que se atisba como posible.
La pequeña ciudad porteña, es un nudo de contradicciones entre lo real y lo posible, de choques múltiples entre el pasado -reaccionario y jerárquico- y el futuro -anhelado-de derechos e innovaciones. Cádiz funge como sede de Las Cortes Extraordinarias y Constituyentes, un pintoresco Congreso que reúne a legisladores de todas las regiones de lo que hoy llamamos España, así como de las colonias en América y Filipinas.
Cádiz es la proverbial nuez. Ahí se producirá la Primera Constitución de marcado acento Liberal que establece la Soberanía de la Nación -y no exclusivamente del Rey-, la División de Poderes, la Igualdad Jurídica de los Individuos, la Libertad de Imprenta, etc.
En un espacio contenido, que sufre el acoso de la artillería Napoleónica, se entretejen las historias de un policía que busca develar una serie de asesinatos realizados con violencia extrema, pero que hace su labor detectivesca a lomo de dos caballos: los métodos de la tortura -herencia de la Inquisición-, y la deducción lógica propia de las ciencias. Cádiz concentra las vidas de Corsarios por necesidad que venden sus habilidades de combate marinero tanto a viejos comerciantes expoliadores de "Las Indias", como a singulares mujeres empresarias que invaden gozosamente las aéreas de exclusividad masculina en la administración, las finanzas, y la ciencia.
Pérez-Reverte logra narrar con delicioso detenimiento el horizonte marinero que circunda a una ciudad libre y corrupta, reaccionaria y liberadora, profundamente vieja -tri-milenaria- y audazmente vanguardista. Los valores, el lenguaje, el humor, los deseos y las obsesiones en choque; se hacen personajes de historias concurrentes.
Una gran contradicción destaca por su contenido trágico: todos los estamentos Hispanos comulgan -con patriotismo exacerbado a mi parecer-en el imperativo de honor de combatir al invasor Napoleónico y, al hacerlo, toman como bandera al más miserable de sus Reyes, a Fernando VII que, recuperado el poder gracias a la gesta popular, en cuanto asume el trono anula la nueva Constitución.
Pero, he ahí lo que hace admirable a la prosa de Pérez-Reverte: esta novela -como lo hizo Un Día de Cólera-, demuestra que la innovación, los valores liberales, la lógica de las ciencias, y el ejercicio práctico de las libertades y los derechos; ya habían encarnado en muchos Hispanos de las más diversas condiciones sociales, convirtiendo a la Inquisición, el absolutismo y la beatería en anclas del pasado que, al no ser desechadas, no solo condujeron al fin del Imperio, sino a la pérdida -para los Españoles condenados al aislamiento-del siglo XIX, el siglo de la Ciencia y la modernidad.
La lectura de El Asedio es un verdadero placer literario, una evidencia de que aun derrotados los mejores en el pasado, lo vivido y lo luchado no fue en vano, que sus actos revolucionarios puede revivir en el presente, así sea como realidad novelesca.